El ama de llaves

Se apañaba bien en la casa, y siempre la tenía limpia y con lo necesario. No le faltaban alimentos ni otros productos caseros, y había aprendido a ahorrar. Sabía que no siempre lo caro era lo mejor ni cundible, y se decidió por revisar las ofertas de "1001 y un anuncios". Entonces, eligió cambiar de vida, con lo aprendido: entraría a trabajar como ama de llaves de una mansión alejada de la ciudad, destino privado, cinco días a la semana, librando martes y miércoles, donde estaría residiendo con la familia 24 horas diarias.

Compras, aprovisionamiento, arreglos, cámaras, medicamentos. Había una cocinera, dos mujeres de limpieza, y una jardinera. La familia, un matrimonio de lesbianas que había adoptado cuatro niños y cuya madre de una de ellas vivía en la residencia con la pareja e hijos, sólo quería mujeres: igualdad y empoderamiento, sin discriminar, y comodidad femenina. 

Y sí, eran felices, trabajaban, pero cada día era una fiesta, aunque tuvieran estética del siglo XVIII, no importa, el buen humor, bien vivir y seguridad aportan mucha salud que no siempre está reñido con la estética, y usar un vestido elegante para trabajar, no es sinónimo de insanidad... Y entonces, un día, en el supermercado, conoció a un hombre apuesto y atractivo quién, al caérsele los huevos pagados al suelo cual le herirá perdió su cántaro, exigió unos nuevos al encargado del supermercado gratis para ella, y al obtenerlos, le dio su teléfono para conocerse mejor...

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