¡Peluquera!

Se miró en el espejo. No se gustaba, no era así como quería vivir, ni cómo se sentía bien. Se miró y tocó el cabello, ¿dónde estaba su melena? Antes, tenía unos cabellos preciosos, dorados, una melena natural, que había estropeado con tintes, cortes y un perfil demasiado rebelde que ya no encajaba con ella, ya no estaba en esa era, ya no quería este corte de drogadicta mal cortado, ya que no quería parecer una estrella del rock, sino lucir bien. Pero había gente, mujeres, a quienes les gustaba jugar con su cabello, y disfrazarse, cortárselo, teñirse, diferenciarse, o mantener un estilo...

¿Y si fuera ella quién les diese vida? ¿Y si fuese ella quién las pusiese guapas, le cortase bien el cabello, tiñiese con buenos productos, tuviese su club de parloteo y ayudase a arreglarse bien a las chicas? Ya se le daba bien por libre, lo cual, el certificado le sería fácil de aprender, y poder trabajar lo antes posible. Alquilaría el local, no, espera, tía Maruja tiene uno y basta con comprar los aparatos, algo pequeño pero perfecto para comenzar, y sí, eso es mejor que pasarse el día rodeada de alcohol y drogados que no llevan a nada bueno, y más, tras lo ocurrido...

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