Esteticista

Se miró, y no se vio guapa.

No le gustaba verse fea, desastrosa, malpeinada y contracturada.

Sabía de estética, de masajes, de maquillaje y trucos de belleza de revistas y libros que había leído, y algún curso realizado.

Y no sólo quería arreglarse a ella, sino a esas chicas que les faltaba ese ánimo, esa inquietud. Estaba cansada de que las "hadas malas" las quisiesen gordas, feas y dejadas... Prefería ser la mamá que les hiciese bellas. Y primero ella, luego las demás...Estaba cansada de que las personas con problemas, trastornos mentales, maldad y crueldad humillase a las niñas, chicas y mujeres y las quisiesen viejas, mal vestidas y obesas. La diversidad debía ser incluida, pero no humillar a la gente normal que se cuida, ni castigarles a ser como ellos, sino permitir una vida en equilibrio.

Tenía que cambiar de vida. Así que decidió y eligió abrir su empresa. Un salón de belleza personal, iría ampliando a medida que tuviese clientas. Socias no, mejor hacer ella el trabajo, pero sí colaborar con otras autónomas que hiciesen su trabajo, como las profesoras de gimnasio, sexólogas, ginecólogas,  las fisioterapeutas y tiendas de moda de las chicas solitarias que ahora nadie sacaba a bailar porque no tenían 20 años... Aprovecharía el poco tiempo libre para formarse, y además, empezaría Bellas Artes, o Pintura, a saber.

Motivada. Así sí. Nada de promover la fealdad, obesidad y malos hábitos que les habían inculcado a ellas esos hombres diferentes que resultaban patológicos, y que sólo aceptaban a las anoréxicas anorgásmicas como modelo, o a las de talla 44 que pedían menos reciprocidad sexual, era el momento de un cambio feminista, y sí ella lo debía promover.

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